El cine está lleno de despedidas que han dejado un vacío en el corazón de los espectadores. Cada despedida es distinta y hay algunas que hacen más daño que otras, como todo en la vida.
¿Quién no recuerda aquel E.T despidiéndose de Elliott al final de la película que marcó a toda una generación? Quizás una alegoría del adiós a la infancia y los primeros vestigios de la tumultuosa adolescencia. O quién no recuerda ese adiós de Humphrey Bogart en Casablanca a su amada, una metáfora de que a veces por mucho que se quiera las personas tienen que tomar caminos distintos.
Las despedidas son complicadas y sino que se lo digan a Claude Giroux.
No debió ser fácil para el jugador canadiense decir adiós a la franquicia que le eligió en el puesto 22 del draft de 2006. Capitán de uno de los equipos con más personalidad de toda la liga, ha peleado y ha dado la cara por un equipo que no ha estado a la altura en la última década del gran jugador que ha ido a Florida para ayudarles a ganar esa Stanley Cup que a él se le quedó tan cerca en 2010.
Pero hay despedidas que merece la pena vivir, y el último partido de Giroux como Flyers es memorable.
Su último partido de naranja fue su partido número 1,000. El Wells Fargo Center más lleno de lo que ha estado está temporada pasada con los partidos tan flojos que estaba haciendo la franquicia. El jugador rodeado de su familia, compañeros y afición. Fue un bonus la remontada contra Nashville que terminó en 5-4, pero la celebración a su capitán fue de verdad la alegría del día.
En la rueda de prensa después del partido dónde al jugador se le veía emocionado no pudo evitar mostrar todo su agradecimiento al equipo sabiendo que posiblemente ese iba a ser -y sería- su último partido como jugador de los Philadelphia Flyers.
“Sí, no me siento muy cómodo con tanta atención, pero ver esto ha sido emocionante. Quiero decir… los fans y la organización, mis compañeros, han sido tan buenos conmigo durante tantos años que es una de las razones por las que ha sido bastante emotivo después del partido… Ha sido una noche divertida”
Pero las palabras más bonitas y quizás la despedida más dura la formalizaba el propio jugador en esa misma rueda de prensa. Philadelphia es lo que es por la gente que apoya al equipo, que sigue preocupándose por lo que hacen por mucho que sus apariciones en los playoffs estos últimos años nunca ha sido muy consistente. Giroux agradecía a toda esa gente acompañarle en esa noche celebrando su partido 1000 pero también diciéndole adiós a alguien que ha significado tanto para ellos.
“He creado una gran relación con los fans y la ciudad. Yo les entiendo y ellos me entienden a mí. En el calentamiento he visto que había muchos fans en las gradas. Mi primera vuelta sólo intentaba no caerme, solo me centraba en eso, pero… los fans… Los quiero, y esa es una de las razones por las que esta noche ha sido tan complicada”
Dieciséis años representando los mismos colores no es algo que se vea tan a menudo y decir adiós no ha debido ser nada fácil como decía en su twitter el propio jugador.
Es una despedida agridulce porque siendo justos es fácil entender el adiós y el querer ir a un equipo con opción a ganar la Stanley Cup, pero también con esa sensación que si Giroux quiere volver al equipo en algún momento se le recibirá con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara. Porque a veces esas son las peores despedidas, cuando uno no tiene nada que reprochar al otro.
Volviendo al clásico Casablanca, el personaje de Bogart dice la frase sobre el arrepentimiento “Tal vez no hoy. Tal vez no mañana, pero pronto y para el resto de tus días” alegando que a pesar de que en el primer momento el no estar juntos parece la decisión equivocada, al final se arrepentirá si esa es la decisión que toma. Porque hay que pensar a veces en el futuro y no aferrarnos al presente como si no hubiese mañana.
Posiblemente Ryan Getzlaf se sienta identificado con esas palabras y la decisión que tomó de retirarse tras la temporada pasada de la NHL.
Esta despedida es sobre no arrepentirse en el futuro. El jugador decidió ser él quien elijiera cuando decir adiós antes de que su cuerpo no le permitiera hacer lo que más le gustaba o su fuerza de voluntad se desvaneciera. El capitán de los Anaheim Ducks ha querido comenzar el nuevo capítulo de su vida marcando sus propios tiempos, y eso le hace valiente porque no debe ser fácil decir adiós para siempre al deporte que ha marcado tu vida.
One Man Club, algo que es dificil de ver pero que tras el verano pasado dónde el capitán de los Ducks tenía la posibilidad de elegir ir a otro equipo -de decir ese adiós sabiendo que podía intentar ir a un equipo con más posibilidades de clasificarse para playoffs- decidió que no. Que a veces es mejor quedarse donde uno se siente cómodo. Que las despedidas tienen que ser como uno quiere. Con la gente que te ha apoyado a lo largo del camino.
No sería raro ver su dorsal retirado en un par de años por la franquicia californiana.
“Siempre he dicho que iba a dejar a mi cuerpo y a mi mente mandar cuando sería el momento de retirarme. La rutina diaria, levantarse, la preparación para cada temporada, se vuelve más y más difícil a medida que envejeces”.
Getzlaf ha sido uno de los mejores centers de la liga durante la mayor parte de su carrera, anotando 1,019 puntos en 1,157 partidos desde su debut en la NHL en octubre de 2005 con los entonces Mighty Ducks. Un pasador sublime con una visión notable sobre el hielo y una elegante facilidad para mover el puck, se convirtió en el líder anotador de la franquicia de Anaheim el 31 de octubre pasado, y se convirtió en el jugador número 92 en la historia de la liga en anotar 1,000 puntos el 16 de noviembre.
Se retira con una Stanley Cup, dos medallas de Oro en los JJOO de invierno y tres veces All-Star. Sin ninguna duda se retira con los deberes hechos y pudiendo haber disfrutado de jugarlo todo en sus 17 temporadas como jugador de los Ducks.
Especialmente emotivo fueron las palabras de Getzlaf al hablar de su gran amigo Corey Perry, actualmente jugando en Tampa, sobre las 13 temporadas que compartieron juntos.
“Comenzamos juntos en este viaje y hubiera sido genial terminar de esta manera, pero obviamente nuestro negocio es el que es. Ha sido una inspiración y mi compañero en todo esto”.
Lo triste de las despedidas es que decimos adiós a muchas cosas y en el caso de Getzlaf ya no sólo es el hockey sino todas esas amistades que ha ido haciendo a lo largo del tiempo. Con las que ha crecido como es el caso de Perry. Y es triste aunque sea parte natural de la vida.
Lo que está claro es que el último partido de Getzlaf en el Honda Center el 24 de abril contra los Blues fue muy emotivo porque también era la despedida de su capitán. Una parte del duelo es el adiós y los aficionados de los Ducks pudieron hacerlo ese día por todo lo alto.
Una de mis películas favoritas es “Lost in Traslation” donde se ve ese paso de página en la vida. Esa importancia de decirle adiós a las cosas que han marcado de un modo u otro nuestras vidas aunque a veces parezcan insignificantes. Philadelphia y Anaheim han tenido la suerte de poder mostrar a esas personas tan importantes para sus franquicias lo fundamentales que han sido para ellas.
Por mucho que el adiós duela.