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Historia

Jack Adams, el arquitecto del imperio de Detroit

Jack Adams. Getty Images

A través de los anales de la historia de la National Hockey League (NHL), pocas figuras se ciernen tan largas – o tan permanentes – como la de Jack Adams. El canadiense, miembro del Salón de la Fama tanto como jugador como como ejecutivo, habita en la memoria no por su tiempo sobre el hielo, sino por su influencia transformadora detrás de los banquillos y en los puestos directivos.

Pero lo que no muchos saben es la historia de

Concretamente en los Detroit Red Wings, como entrenador y más tarde como director general, Adams ayudó a convertir una franquicia prácticamente ‘neonata’ en un ganador perenne. De esta manera, su nombre quedó grabado más allá de entre la realeza y, a partir de 1974, la liga comenzó a entregar el premio Jack Adams al mejor entrenador de cada temporada. No obstante, más allá del trofeo descansa el complejo legado de un arquitecto triunfador basado en el esfuerzo, la innovación y, a veces, la polémica.

En sus diferentes puestos, el canadiense cultivó una cultura de excelencia que definiría a la franquicia durante décadas

La carrera como técnico de Adams comenzó oficialmente en 1927, cuando asumió las riendas de los Detroit Cougars, una organización en apuros que tres años después se rebautizó como los Detroit Falcons y, finalmente, como los Red Wings. En sus primeros años, el natural de Fort William, Ontario, manejó varios papeles – entrenador, general manager y director deportivo – mientras construía la identidad del equipo. Bajo su batuta, Detroit emergió rápidamente a través de la clasificación de la NHL. El club capturó su primera Stanley Cup en 1936, seguida de dos campeonatos más en 1937 y 1943. Las victorias marcaron el inicio de una dinastía; Adams, en el centro, orquestó plantillas que mezclaban velocidad, habilidad y dureza. El idilio con los Red Wings duró dos décadas, hasta 1947, cuando transitó completamente hacia el rol de director general, cargo que mantuvo en la franquicia de la Motor City hasta 1963.

Forjador de leyendas

La influencia de Jack Adams embarga la trayectoria de Detroit. En sus diferentes puestos, el canadiense cultivó una cultura de excelencia que definiría a la franquicia durante décadas. La capacidad de Adams para ojear y desarrollar talento resultó incomparable; con él al mando, los Red Wings presenciaron el nacimiento de leyendas como Gordie Howe, Ted Lindsay y Terry Sawchuk. El técnico no sólo encontraba a las estrellas, sino que construía conjuntos con ellas. Entre la década de los años 40 y principios de los 50, Detroit se convirtió en el ejemplo de la liga, ganó cuatro Copas y terminó constantemente cerca de la cabeza de la tabla. Adams no se escondía a la hora de tomar decisiones comprometidas – se le conocía por su disposición para traspasar incluso a los mejores jugadores si creía que beneficiaba al equipo. Este enfoque implacable le valió ciertas críticas, pero los resultados eran difíciles de debatir.

Frank Calder (izquierda) entrega la Stanley Cup a Jack Adams, manager de los Red Wings, en el Olympia Stadium de Detroit en 1937 | Getty Images

El estilo de Adams se fundamentaba en la disciplina, la estructura y en una profunda creencia en el físico. El natural de Ontario demandaba intensidad a sus pupilos e insistía en superar al rival en trabajo y golpes. Bajo su tutela, los Red Wings se ganaron una fama por su juego duro, pero también por su inteligencia táctica. Adams hacía hincapié en la responsabilidad defensiva y en un movimiento con criterio del puck, mientras que animaba a sus delanteros a que buscaran la creatividad. El enfoque dual en la dureza y el talento transformó el destino de múltiples conjuntos de la NHL durante los años siguientes. Algunos jugadores no soportaron sus exigentes métodos; otros, no obstante, crecieron y se alzaron al abrazar los sacrificios de su liderazgo.

Un pionero sobre el hielo

Más allá de la táctica y de los trofeos, Jack Adams dejó una impronta imborrable en la cultura del hockey en sí mismo. Entre otros avances, el canadiense se distingue por su pionerismo en el desarrollo de los sistemas de cantera y las afiliaciones de las ligas menores, que allanaron el terreno para el acceso de jóvenes a la liga. Por otro lado, su filosofía – intensa, calculada e intransigente – ha influenciado a generaciones de ejecutivos. Asimismo, pese a verse involucrado a menudo en decisiones controvertidas – de disputas con jugadores a movimientos polémicos -, Adams obedeció fiel y sin fisuras a su objetivo supremo: ganar. Esta meta única le ayudó a establecer a los Red Wings no sólo como un club fuerte de la NHL, sino como una fuerza decisiva que dominó el hockey sobre hielo profesional durante prácticamente tres décadas.

Clarence Campbell, presidente de la NHL, Marguerite Norris, propietaria de los Red Wings, Adams, Lindsay y Bruce Norris, también dueño, en 1954 | Getty Images

En la actualidad, Adams viene al recuerdo como una de las personas más influyentes del deporte. La etapa detrás de los banquillos del canadiense colocó los cimientos de una de las franquicias más exitosas en la historia de la competición y su visión para construir plantillas todavía resuena en las oficinas de la liga. El galardón que porta su nombre asegura que cada gran entrenador se acuerda del listón que estableció – implacable, exigente y, eventualmente, victorioso. El hockey ha evolucionado en diversas direcciones desde la época de Jacks Adams; sin embargo, las esencias que predicaba – disciplina, desarrollo y deseo – residen inamovibles.

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