Connect with us

Historia

Jacques Lemaire, el arquitecto del orden entre el caos

La huella impresa por Jacques Lemaire en el hockey sobre hielo moderno resiste persistente hoy en día, cerca de 15 años después de su última etapa en la National Hockey League (NHL). El apellido Lemaire, campeón de la Stanley Cup como jugador y entrenador, evoca disciplina, precisión y un estilo de juego defensivo que definieron una época.

Desde sus días en la dinastía de los Montreal Canadiens hasta su periodo detrás del banquillo en Nueva Jersey y Minnesota, los equipos del canadiense crecieron mediante la estructura y la paciencia. Sus métodos no ganaron siempre a los puristas del ‘toma y daca’ constante, pero sí produjeron resultados. En el caso de los Minnesota Wild, su marca fue más allá de las victorias y las derrotas y formó la identidad propia de una organización en sus primeros años de formación.

El técnico canadiense abanderó la ahora conocida trampa de la zona neutral, una formación que frustraba a los rivales y ralentizaba el ritmo de los partidos

Antes de que su carrera como técnico despegara, la mente de Lemaire ya era considerada una de las más inteligentes del deporte. Como jugador, el natural de LaSalle, Quebec, fue un center cerebral que ganó ocho Copas con Montreal durante los años 70 junto a leyendas como Guy Lafleur o Ken Dryden. Después de breves etapas en la directiva y como entrenador en Europa, Lemaire se incorporó al cuerpo técnico de los Canadiens en la década de los 80 antes de coger las riendas de los New Jersey Devils en 1993. Allí, el canadiense encontró el laboratorio perfecto para sus ideas y transformó una plantilla talentosa pero indisciplinada en un gigante defensivo. De esta manera, su segunda temporada con los Devils culminó con la Stanley Cup de 1995, lograda a través de un compromiso ciego con la trampa de la zona neutral.

La identidad de Minnesota

Cuando los Minnesota Wild, un equipo de expansión, contrataron a Jacques Lemaire como su head coach en el 2000, no solo sumaron experiencia, sino que también importaron una identidad. La plantilla inaugural de Minnesota era modesta en talento, llena de jugadores trotamundos y jóvenes esperanzados, pero bajo la batuta de Lemaire, se superó desde el primer día. El sistema del canadiense, metódico y prieto defensivamente, priorizaba la responsabilidad colectiva y el juego posicional sobre la brillantez individual. El momento destacado llegó en la campaña 2002-03, cuando los norteños sorprendieron al mundo del hockey al avanzar a la final de la Conferencia Oeste. Minnesota remontó dos desventajas de 3-1 en rondas consecutivas ante Colorado y Vancouver con la mezcla de paciencia y oportunismo marca de su técnico.

Jacques Lemaire. Getty Images
Jacques Lemaire. Getty Images

Aunque los Wild nunca replicaron aquella extensa aparición en los playoffs, el legado de Lemaire en Minnesota penetró más allá de la clasificación. El natural de Quebec estableció la base sobre la que la franquicia construyó su cultura temprana. El club se convirtió en sinónimo de poca anotación y estructura férrea, una reputación que supuso a la vez en bendición y maldición para los aficionados, que demandaban a menudo más esfuerzos ofensivos. No obstante, incluso los críticos reconocieron que Lemaire hizo despegar a la franquicia y ayudó en el camino a desarrollar las carreras de profesionales como Marian Gaborik, que floreció de la mano de Lemaire. Cuando el canadiense renunció después del curso 2008-09, el entrenador dejó Minnesota con un registro de consistencia rara vez visto en la primera década de un equipo de expansión.

El control del juego

La filosofía táctica de Jacques Lemaire rotaba alrededor de un principio: controlar el juego para limitar el caos. Sus equipos ahogaban las líneas de pase, chocaban defensivamente y atacaban únicamente cuando la oportunidad se presentaba clara. El técnico canadiense abanderó la ahora conocida trampa de la zona neutral, una formación que frustraba a los rivales y ralentizaba el ritmo de los partidos. Para Lemaire, la defensa no solo era mera prevención, sino que también estribaba en una forma de posesión. Detrás del banquillo, el entrenador se mostraba calmado, analítico y silenciosamente demandante. Su influencia resulta visible todavía hoy en día en los sistemas de incontables head coaches de la NHL que aprendieron a observar la estructura no como una restricción, sino más bien como una liberación.

Lemaire dirigió en dos ocasiones a los Devils | Andy Marlin

En definitiva, la carrera como entrenador de Lemaire resalta como una clase magistral de adaptación y disciplina. A lo largo de casi 1.200 partidos detrás de un banquillo en la NHL, el canadiense amasó más de 600 victorias, dos premios Jack Adams y el respeto de colegas que reconocen la profundidad de su conocimiento. Sus años en Minnesota no se saldaron con un campeonato, pero produjeron algo único para una franquicia nueva: una identidad, una cultura y un estándar. En un deporte definido por la velocidad y el caos, Jacques Lemaire encontró la belleza en el control y demostró que la maestría no reside a menudo en la brillantez de las jugadas más destacadas, sino en el arte de hacer las cosas bien cambio tras cambio, campaña tras campaña.

Te puede interesar…

.

More in Historia