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Historia

El silencioso arquitecto de la Windy City: Billy Reay, la mente de los Chicago Black Hawks

Billy Reay. Getty Images

El nombre de Billy Reay se empequeñece entre las brillantes leyendas del hockey que obtuvieron un reconocimiento instantáneo. No obstante, su duradero impacto en el deporte, particularmente a raíz de su carrera como entrenador con los Chicago Black Hawks – Blackhawks a partir de la temporada 1986-87 – resulta profundo.

Reay, con mano firme detrás del banquillo, se labró un respeto entre los técnicos de la historia de la National Hockey League (NHL) por valor de la disciplina, la estructura y la regularidad. Durante más de una década en la Windy City, el canadiense transformó el equipo en un aspirante perenne y dejó tras de sí un legado de excelencia sostenida que ayudó a construir el arquetipo del head coach del hockey contemporáneo.

Reay guió a la organización a tres apariciones en la final por la Stanley Cup, en 1965, 1971 y 1973, aunque la gloria definitiva le esquivó

Antes de asumir el mando de un conjunto, Reay firmó una meritoria carrera en la propia liga. El natural de Winnipeg jugó como center en los Montreal Canadiens y en los Detroit Red Wings a lo largo de una trayectoria que se extendió desde principios de los años 40 hasta 1953. Aunque nunca alcanzó el nivel de estrella sobre el hielo, Reay se dio a conocer por su inteligencia y su ética de trabajo – cualidades que le vinieron bien en el segundo acto de su vida deportiva. Poco después de retirarse como jugador, el canadiense comenzó a entrenar a partir de las competiciones menores previo a rubricar su primer contrato profesional con los Toronto Maple Leafs a mediados de los años 50. Mientras que su etapa en Ontario resultó corta en tiempo y en premios, cimentó la base del éxito que llevaría consigo en su traslado a los Black Hawks.

Más de una década al mando

Billy Reay tomó las riendas en Chicago en 1963 y dio comienzo una era de 14 campañas en la dirección del equipo – la más amplia en la historia de la franquicia. Bajo la batuta del técnico de Manitoba, los Black Hawks se clasificaron a los playoffs en 12 de sus 14 temporadas, una regularidad extraña en aquella época de la NHL. Reay guió a la organización a tres apariciones en la final por la Stanley Cup, en 1965, 1971 y 1973, aunque la gloria definitiva le esquivó. Con todo, su liderazgo ayudó a los Black Hawks a mantener una ventaja competitiva durante un tiempo de expansión importante y de transición en la competición. Con estrellas como Bobby Hull, Stan Mikita o Tony Esposito a sus órdenes; Reay logró fusionar un talento de primer nivel con un sistema que priorizaba el equilibrio y la responsabilidad. El canadiense se retiró en 1977 con un total de 516 victorias – segunda mejor cifra entonces en la NHL, sólo tras Toe Blake.

Bobby Hull, Billy Reay i el porter Tony Esposito | ESPN

El momento de Reay en Chicago coincidió con uno de los periodos más dinámicos en la historia de la franquicia. Mientras que los Black Hawks de principios de los años 60 sobresalían por la pegada ofensiva de Hull y Mikita; el entrenador colocó el foco en un estilo que también confiaba en la defensa y los porteros. El cambio permitió a Chicago conservar su competitividad incluso a la vez que el núcleo de jugadores envejecía y la liga aumentaba en rivales y popularidad. Reay no destacaba por sus manifestaciones – no era conocido por discursos agresivos o enfrentamientos -; sin embargo, se ganó el respeto de sus pupilos mediante una concienzuda preparación y su talante calmado. El natural de Winnipeg abría la puerta al florecimiento de sus estrellas a la misma vez que exigía un enfoque primero en el equipo, un equilibrio complicado de encontrar.

El secreto en la base

El estilo técnico de Billy Reay se caracterizaba por sistemas metódicos y un foco en lo básico. En este sentido, sus equipos jugaban una vertiente de hockey disciplinada y responsable que premiaba el posicionamiento y el control del puck por encima del dominio físico o las creaciones arriesgadas. Pese a no ser considerado un revolucionario táctico, Reay tenía buen ojo para los emparejamientos y rara vez se extralimitaba en sus funciones. El head coach adaptó sus estrategias a las fortalezas de su plantilla, motivo por el que sus conjuntos competían incluso mientras las piezas cambiaban. No obstante, su principal cualidad como técnico estribó en construir confianza con sus jugadores – Reay creía en ellos y, a cambio, ellos se esforzaban por él. La influencia del canadiense se aprecia todavía hoy día en aquellos entrenadores que priman la estructura y las relaciones sobre un protagonismo propio.

Reay y Scotty Bowman, entrenador de los Canadiens, con sus manos en la Stanley Cup antes de la final de 1973 | Getty Images

Reay nunca levantó la Copa como primer entrenador, pero medir su carrera únicamente por los campeonatos supondría un flaco favor hacia sus contribuciones al deporte. El natural de Winnipeg ayudó a definir el significado de dirigir un banquillo profesionalmente en la NHL durante una era en la que la liga se encontraba en construcción. En suma, su etapa con los Chicago Black Hawks sentó las bases para una cultura de éxito que continuó después de su salida. Silenciosamente efectivo, regular y siempre respetado; la herencia de Billy Reay no produce destellos, sino que cincela su nombre en la historia deportiva de la Windy City como modelo de resiliencia.

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