En los años 60, 70 y 80, los defensores de la NHL eran, ante todo, músculo y presencia física. En una liga donde los equipos solían tener apenas un puñado de sistemas defensivos y el coaching era mucho menos analítico, la principal misión del defensa era proteger la zona y limpiar el área frente a la portería.

Jugadores como Bobby Orr (quien rompió el molde), Denis Potvin o Larry Robinson eran excepcionales no solo por su fortaleza, sino por su capacidad de sumar puntos desde la línea azul, algo que no era común.
Orr revolucionó el juego al convertirse en el primer defensor verdaderamente ofensivo, ganando tres veces el Trofeo Hart como MVP y ocho Trofeos Norris como mejor defensa, además de llevar a los Bruins a dos Stanley Cups. Potvin, capitán de los New York Islanders, fue el líder defensivo en su dinastía de cuatro títulos consecutivos entre 1980 y 1983, combinando físico con gran salida de puck y liderazgo. Larry Robinson, pilar de los Montreal Canadiens, conquistó seis Stanley Cups, ganó dos veces el Norris y una vez el Conn Smythe, y fue reconocido por su inteligencia táctica y dominio defensivo sin recurrir siempre a la violencia.
Si antes bastaba con golpear y despejar, hoy los defensores deben pensar, crear, moverse y ejecutar
Este trio de defensores mencionados eran definitivamente jugadores que se salian del molde de su epoca y no eran para nada la media de la NHL en esos años pero definitivamente establecieron las bases para que los defensores actuales puedan jugar con el estilo que juegan hoy en día. En general, el defensor promedio de esa era era más propenso a usar su cuerpo para castigar al rival o bloquear tiros que para generar transiciones rápidas o sumarse al ataque.
Además, los equipos solían tener menos profundidad en el roster y los defensores jugaban muchísimos minutos con menor rotación, lo que requería una enorme capacidad de resistencia. Esta condición física excepcional de los defensores queda aun más resaltada al considerar que los entrenamientos físicos de esas epocas pasadas no se comparan en nada a las de hoy en día.
El defensor moderno es móvil, cerebral y multitarea
Hoy, ser defensa en la NHL implica mucho más que evitar goles. Un defensor moderno debe ser capaz de mover el puck con inteligencia, participar activamente en la salida de zona, sumarse al ataque cuando se requiere y adaptarse a sistemas defensivos complejos y dinámicos. No es requisito fundamental ser un gran golpeador, tener una presencia física imponente o ser violento ya que el juego de hoy premia la rapidez el patinaje y la inteligencia sobre todas las cosas.
Jugadores como Cale Makar, Lane Hutson o Quinn Hughes representan la nueva ola. Ellos son tan o más habilidosos que un delantero, toman decisiones rápidas bajo presión y dominan el juego de transición. El gap control, es decir, la capacidad del defensor de mantener la distancia ideal con el atacante para reducir su tiempo y espacio sin ceder terreno ni ser superado, se ha vuelto una habilidad esencial junto con la lectura de juego, patinaje y el posicionamiento avanzado, factores que hoy pesan en la evaluación de un defensor.
Además, la preparación física y mental ha alcanzado niveles de élite. Los jugadores cuentan con entrenadores personales, nutriólogos, psicólogos deportivos y tecnología de seguimiento para medir cada movimiento. La lectura de juego ha alcanzado un punto tan avanzado que todo jugador es medido y monitoreado con dispositivos o estadisticas cada partido y entrenamiento, algo inpensado en los años 60 o 70.
La velocidad del juego actual es incomparable con la de los años 60, 70 u 80
Uno de los factores que es más notorio en cuanto se ven videos de partidos de decadas pasadas es ver como los jugadores parecen ir en camara lenta. La velocidad del juego actual es incomparable con la de los años 60, 70 o 80, lo que obliga a que los defensores de hoy tengan una combinación de fuerza, agilidad y técnica sin precedentes.
Cambios tecnológicos y reglamentarios
La evolución del equipo también ha tenido un gran impacto. En los 60s, 70s y 80s cada elemento condicionaba el estilo de juego:
- Sticks de madera y pesados: ofrecían menos flex y respuesta, lo que limitaba la potencia y la precisión del disparo y hacía más difícil generar pases largos con rapidez. Esto favorecía un juego más directo y físico.
- Patines menos ergonómicos: las botas eran más rígidas y menos moldeadas al pie. La suela y la cuchilla ofrecían menos eficiencia en la propulsión, lo que reducía la aceleración y la maniobrabilidad.
Esos avances técnicos han permitido que el defensor moderno juegue más rápido, con más precisión y asuma tareas que antes eran impensables con el equipo de épocas pasadas. Además, los cambios en las reglas han favorecido un estilo más ofensivo y menos físico. Por ejemplo: La prohibición del clutch-and-grab (sujetar al rival con el cuerpo y el stick) o la mayor penalización a los golpes tardíos o peligrosos y las nuevas reglas de icing/offside.
En los 60 y 70, ser defensor era un rol muchas veces subestimado fuera del vestuario. La atención mediática se centraba en los grandes goleadores. Hoy, los defensores estrella son marcas personales, aparecen en campañas publicitarias, tienen sus propias líneas de equipamiento deportivo y ganan contratos multimillonarios.

Sin duda alguna la posición se ha revalorizado muchísimo con la aparición de los defensas modernos. Otro factor importante del mundo en el que vivimos en la actualidad es que “hoy se mide todo”. Un defensor puede ser evaluado por su zone exit success rate, su expected goals against o su impacto neto en la puck possession. Estas son estadísticas muy detalladas con las que se puede llegar a un análisis tan detallado que cambia por completo el papel que los cuerpos técnicos pueden tener con sus jugadores. En los 70, el mejor análisis era el ojo del entrenador y el clásico +/- en la hoja de estadísticas.
El defensor de la NHL ha evolucionado tanto como el juego mismo. De ser bolas de demolición humanas encargadas de destruir el ataque rival, han pasado a convertirse en arquitectos del juego desde su zona. Sin embargo, no hay que olvidar la rudeza de una era sin cascos y el misticismo de jugadores que eran granjeros en verano y estrellas en invierno, símbolos de una época donde el sacrificio físico y la pasión superaban a la técnica. Lo que sí está claro es que la posición de defensa nunca ha sido tan exigente como ahora. Si antes bastaba con golpear y despejar, hoy hay que pensar, crear, moverse y ejecutar, todo en menos de un segundo.
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