
Hasta la llegada de Gary Bettman, fue el máximo dirigente de una major league norteamericana que tuvo el mandato más largo, aunque no por que no tuviera problemas, si no porque tuvo las dosis necesarias de prudencia y de arrojo para afrontarlos.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos y Canadá abandonaban las restricciones que las habían lastrado por culpa de la crisis económica de 1929 y el conflicto bélico que desangró a la juventud norteamericana a ambos lados del paralelo 49. Clarence Campbell, iba a ser el hombre que iba a dirigir la liga en esta nueva época de prosperidad y sin salir de la omnipresente tradición, emblema de este deporte, iba a poner los cimientos de la NHL moderna.
Fue el máximo dirigente de una major league norteamericana que tuvo el mandato más largo hasta la llegada de Bettman
Clarence Sutherland Campbell nacía el 7 de septiembre de 1905 en Fleming, Saskatchewan. Cursó estudios superiores en la Universidad de Alberta donde obtuvo los grados de Derecho y Artes para posteriormente realizar estudios de posgrado en la británica Universidad de Oxford, jugando en el equipo de hockey de la legendaria institución británica.

De vuelta a casa, y colgados los patines, se convirtió en miembro de la Asociación de hockey amateur de Alberta, y posteriormente también de la Canadian Amateur Hockey Association (CAHA), formando parte del comité que debía determinar en 1935 las reglas del hockey no profesional. Precisamente bajo los auspicios de la CAHA, Campbell comenzó una carrera en el arbitraje que complementaba sus ingresos castigados por la crisis reinante. Su buen hacer llamó la atención de la NHL y le hizo dar el salto al mundo del hockey profesional.
No se le hizo grande el salto a la máxima categoría, y siguió destacando dentro del cuerpo de árbitros de la liga, haciéndose cargo con frecuencia de partidos decisivos no aptos para la media. Pero en 1939 tras una controvertida decisión en un partido contra los Toronto Maple Leafs, encendió la ira del entonces propietario de la franquicia de la hoja de arce, Conn Smythe, que movió cielo y tierra para que fuera despedido. Frank Calder le concedió la cabeza que deseaba a Smythe, pero solo como árbitro, ya que reconoció en Campbell al que podría ser su futuro sucesor y lo llevó consigo a las oficinas de la NHL.
Se convirtió en uno de los mejores árbitros de la NHL, pero su imparcialidad y dureza disciplinaria lo pusieron en el punto de mira
Sin la guerra de por medio, Campbell habría sido sin duda el segundo presidente de la NHL, pero la llamada del deber le llevó a alistarse en el ejército, circunstancia que convirtió a Red Dutton en el sucesor de Calder. Tras la guerra habiendo alcanzado el grado de teniente coronel, su formación como abogado le permitió participar en la persecución de crímenes de guerra. Cumplidos sus deberes para con su país con honores, llegó el momento de convertirse en presidente de la NHL.
Presidente para una nueva época
Frank Calder lidió con el nacimiento de la liga, Red Dutton con la estabilización de la misma y a Clarence Campbell le iba a tocar otro papel que no iba a ser fácil, el crecimiento de la misma. Y es que no todos los implicados pensaban en remar en la misma dirección para conseguir el objetivo. Desde el primer momento, Campbell optó por una liga que fuera más allá de los Original Six, pero estas franquicias no estaban dispuestas a repartir un pastel que con los nuevos tiempos se iba a ir haciendo cada vez más grande. Eso ya obligó de primeras a Campbell a romper la promesa que le hizo al anterior presidente al aceptar el cargo de que traería de vuelta a los Americans a la NHL.
Aún sabiendo que el futuro de la liga pasaba por la expansión, la oposición de los propietarios hizo que tuviera que esperar casi veinte años para llevarla a cabo
Como empleado de la liga, aunque fuera en su máximo escalafón, Campbell aparcó sus planes y esperó la ocasión propicia para llevar a cabo su proyecto. Esa ocasión llegó en los años 60, cuándo se produjo un crecimiento de la televisión como medio para las retransmisiones deportivas. Circunstancia que aprovecharon tanto las otras majors para engordar sus arcas. La NHL se encontró con que su circunscripción geográfica a la zona noroeste estadounidense y sudeste canadiense limitaba sus posibilidades de un gran contrato de derechos televisivos a nivel de todos los Estados Unidos.

Ese límite geográfico, abría las puertas a que otros inversores pudieran organizar otra gran liga en el oeste de Norteamérica y finalmente se decidió ir adelante con la primera expansión de la NHL, la de 1967, un proceso que continuó hasta los 18 equipos que eran miembros de la liga al final de su presidencia.
Que Campbell no forzara al principio de su mandato, la máquina para aumentar el número de equipos y la amplitud geográfica de la liga, fue una medida de prudencia más que de falta de carácter, porque en su mandato demostró que al igual que en su faceta como abogado como de árbitro, no le temblaba la mano a la hora de tomar decisiones que podían crear polémica, sobre todo en el ámbito disciplinario.
Su formación en leyes y su pasado como árbitro marcaron sus duras decisiones disciplinarias desde el despacho
De hecho, se recuerda como uno de los puntos capitales de su presidencia el castigo a Maurice Richard, el goleador de los Montreal Canadiens, al que suspendió en 1955 por los tres partidos que restaban de temporada regular y todos los playoff tras golpear a un juez de línea en el desarrollo de una pelea con el jugador de los Bruins, Hal Lycoe. Campbell se quiso reafirmar en su decisión, asistiendo cuatro días después del incidente al Montreal Forum, donde los Habs enfrentaban a los Detroit Red Wings, exacerbando los ánimos de la afición local siendo la mecha de unos disturbios que convirtieron al estadio en zona de guerra con 60 detenidos y medio millón de dólares de la época en daños.

Un acontecimiento como el draft, también hizo su aparición en su mandato. Hasta principios de los años 60 las franquicias más poderosas económicamente acaparaban el talento que se veía en el hockey juvenil, a través del patrocinio de equipos o incluso personal de jugadores. Estas promesas no tenían otro camino de entrada en la NHL que el equipo que los había auspiciado en su etapa de formación. Aunque los miembros de la liga seguían siendo solo los seis originales, había diferencias de potencial económico entre ellos y Campbell ya preveía que la pregunta sobre la expansión no era sí ocurriría, si no cuándo, y era prioritario que el reparto de talento fuera equitativo para que todas las franquicias presentes, y sobre todo futuras, tuvieran oportunidad de optar al campeonato.
Un draft para todos
En 1963 empezaba la demolición progresiva del antiguo sistema de acceso al hockey profesional, con un draft en el que la mayoría de los juniors seguían sometidos al sistema de patrocinio de las franquicias y por tanto quedaba poco talento por el que optar y eso hizo que no llegara a completarse el cuadro de elecciones, pero dio el primer paso para que las futuras estrellas estuvieran al alcance de todos los equipos.
Con el draft, los jóvenes más talentosos pasaron a estar disponibles para todos los equipos de la liga
Otros de los puntos que adornan su periodo presidencial fueron la instauración del All Star Game, en principio un partido entre el campeón del año anterior y una selección del resto de la liga, la creación de un plan de pensiones para los jugadores, que permitió la desaparición del semiprofesionalismo, y la apertura del Hockey Hall of Fame en Toronto en 1960.

En 1977, Campbell lastrado por las enfermedades respiratorias y por un escándalo financiero, dejó la presidencia de la NHL cumpliendo la misión de crecimiento y fortalecimiento de la liga que le fue encomendada 31 años antes y recibiendo el reconocimiento por ello en forma de ingreso en 1966 en el Hall of Fame y todavía hoy día se pronuncia su nombre al proclamar al campeón de la Conferencia Oeste en los playoff, ya que este lleva a sus vitrinas, el Clarence S. Campbell Bowl.
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