
En el otoño de 1972, en plena Guerra Fría, cuando el mundo se dividía entre Este y Oeste entre capitalismo y comunismo, la política encontró en el deporte un campo de batalla silencioso y no solamente en el mundo del hockey, por ejemplo en el ajedrez hubo la rivalidad entre Bobby Fischer y Boris Spassky.

La antigua Unión Soviética tenía muchísimo potencial deportivamente hablando. Para muchos, la mejor ‘cantera’ de la historia. Cualquier campeonato bajo las siglas de la IIHF se convertía en una medalla de oro, un primer puesto y coronas de laurel. Ése país se había convertido en una fuente inagotable de talento imbatible.
La rivalidad ‘hockeyística’ entre Canadá y la URSS acabó llevando unos universitarios de gira por China y Japón
Por otra parte y desde el otro lado del Atlántico, los canadienses confiaban plenamente en sus capacidades y hacían gala del nivel practicado en la NHL. Poniendo en duda la hegemonía del rival del este si las estrellas canadienses pudieran defender los colores de su país en dichos torneos organizados por la Federación Internacional. ¿A qué nos llevó esta diferencia de opiniones? A una serie de 8 partidos (4 en Canadá y 4 en territorio de la URSS) para dictar sentencia acerca de qué país era el rey del hockey sobre hielo.
4 victorias canadieneses frente a 3 victorias de la URSS y un empate le daban al conjunto de la hoja de arce el título de campeón. El gol a falta de 34 segundos para romper el empate en el octavo partido de Paul Henderson sigue siendo, a día de hoy, de los goles más importantes de la historia canadienes, si no el que más. Por todo lo que conllevaba esa victoria…
No solamente fue una victoria deportiva, cultural, política y nacionalmente también tubo un impacto espectacular en el país. Igual para la URSS, vieron que podían competir de tu a tu contra rivales de la mejor liga por aquél entonces como es -y sigue siendo- la NHL. Además, su estilo de juego y la preparación de los partidos a nivel físico viajó de este a oeste para anclarse en el sistema occidental de forma clara a partir de la que empezó siendo una serie de exhibición para terminar siendo la ‘serie del siglo’. Pues bien, en Canadá justo al año siguiente y a raíz de ver que no eran los dueños del hockey sobre hielo, decidieron innovar.
Universitarios canadienses para difundir el hockey por China y Japón
Hasta 1977 el combinado no mandaría a ningún equipo a competiciones internacionales y es que tras las disputas entre la IIHF a razón de la designación de jugadores amateur o profesional en el mundo del hockey, lo que quería Canadá era mandar a los profesionales para poder vencer a los soviéticos y a los checos.
Fue a través del combinado de la Universidad de British Columbia (UBC) Thunderbirds que decidieron recorrer terreno «desconocido». Cruzar el charco e irse lejos de casa para calzarse los patines en hielo ajeno. Nada más y nada menos que en China. En diciembre del 1973, el equipo universitario realizó una gira por China (y Japón) que se convertiría en la pionera en el mundo del hockey en cuanto a proveniencia occidental en suelo chino o japonés. Se jugó en varias localizaciones: Beijing, Harbin, Qiqihar, Changchun entre otras sedes.
Si nos centramos en lo meramente deportivo, no hubo mucho que debatir, no fue algo parecido a lo vivido el año anterior ante la URSS, ni mucho menos. Para poner contexto, daros el dato que el marcador global fue de 56 a 5 en siete partidos. Pero algo en lo que sí ganaron los locales es en el despertar de su interés por este deporte. Retransmisiones en prime time, pabellones con afluencia alta (en la capital se juntaron 18.000 asistentes, cifra parecida a un partido actual de la NHL) que sirvió para sembrar la semilla de una pasión que perdura a día de hoy en tierras niponas a través de estos partidos y esas lecciones de how to play hockey. Además, sirvió para acercar posturas entre culturas, no olvidemos que todo esto ocurre justo después de que se abrieran las relaciones diplomáticas entre estas zonas.
El hockey se usaba a modo de soft diplomacy para generar eso que tan necesario es tras una época convulsa: encontrar cosas en común para humanizar el trato
Sin dejarse llevar por el abultado marcador global, varios jugadores y staff canadiense tuvieron a bien comentar lo sorpresivo que fue el nivel ofrecido por los combinados asiáticos, basado sobretodo en su afán por perseguir el éxito a través de un esfuerzo tenaz e incansable, incluso con peor equipamiento de juego. Todo esto sin dejar de lado la parte amigable, de estrechar lazos, anteponiendo el intercambio y aprendizaje al puro competir.

Y es que a mitad de los años 50 los soviéticos ya fueron a tierras chinas para jugar con combinados asiáticos y aunque no fuera a partir de los años 70 cuando empezaron a competir, el desarrollo ya había empezado a mitad de siglo. En 1972 China compitió en el Mundial, sorprendiendo a todo el mundo al vencer a Bulgaria y Dinamarca quedando en tercera posición de siete equipos en la categoría C. Al año siguiente sorprenderían ganando a Francia y al Reino Unido, demostrando que incluso en deportes tan alejados culturalmente como el hockey hielo, eran capaces de competir a un alto nivel. Tanto fue el bombo que generaron, que terminaron cerrando el acuerdo que llevaría a estos Thunderbirds canadienses a realizar el tour por China.
Los resultados fueron los siguientes
- UBC 5–0 Chinese National Team (jugado en Beijing)
- UBC 7–0 Chinese National Team (jugado en Beijing)
- UBC 9–2 Harbin
- UBC 14–1 Qiqihar
- UBC 5–1 Heilongjiang
- UBC 8–1 Kirin (jugado en Changchuan)
- UBC 8–0 Kirin
Lo más importante, tal y como se recoge en los documentales y artículos de prensa, fue el acercamiento cultural ya comentado. Ver cómo apreciaban cada uno de los shifts que disputaban y cómo de importante puede ser el deporte a la hora de romper barreras lingüísticas, culturales o políticas.
Seas de donde seas, en el hielo (y en cualquier pista deportiva) el idioma se vuelve universal.
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