Retomamos la historia de Doug Smith, el que fuera elegido en la segunda posición en el draft de 1981 por Los Ángeles Kings. Al término de la primera parte habíamos dejado al jugador canadiense en una delicada situación tras haber sufrido un grave accidente de tráfico que le había causado graves daños.

Cuando Doug Smith llegó al hospital tenía el omóplato izquierdo roto por la mitad y gravemente desplazado. La pusieron una placa de acero de 15 centímetros, seis tornillos y un injerto óseo para reparar el daño. Tuvieron que cortarlo desde el cuello hasta la punta del hombro para realizar el procedimiento. El daño en sus nervios, músculos y tendones hizo que los médicos fueran pesimistas con él y le dijeran que era improbable que volviera a jugar a hockey.
Pero el bueno de Doug se sobrepuso y tras un intenso entrenamiento y dieta que le permitió ganar hasta 12 kilos de músculo lo que hizo que sus médicos le dieran el alta para participar en la pretemporada de los Buffalo Sabres. A pesar de ello, los doctores del club le declararon no apto. A pesar que el jugador fue al tribunal médico y ganó el arbitraje, los Sabres no lo querían y lo dejaron marchar a los Edmonton Oilers con quienes jugó un puñado de partidos en la 88-89 antes de irse a los Vancouver Canucks con quienes empezó la temporada 89-90 antes de irse a los Pittsburgh Penguins con quienes jugó una decena de partidos. La llegada de Scotty Bowman supuso el punto y final para Smith en la NHL puesto que el entrenador no quería darle una nueva oportunidad. Smith, que ahora era más conocido por su juego brusco y no por sus aportaciones ofensivas, puso rumbo a Europa.

En el Viejo Continente militó en el EC VSV austríaco en la 90-91 antes de fichar por los VEU Feldkirch de Austria en la 91-92. Y fue con este equipo y en esa temporada cuando llegó una nueva resurrección de Smith, quién por aquel entonces tenía 29 años. En un partido de la Liga de los Alpes y cuando faltaban 10 minutos para el final del tercer periodo se puso punto y final a su carrera.
En un partido de la Liga de los Alpes y cuando faltaban 10 minutos para el final del tercer periodo se puso punto y final a su carrera
Fue en una jugada rutinaria en la que estaba persiguiendo a un rival por detrás de la portería contraria. Smith se lanzó agresivamente y directo hacia el puck en un intento de superar al defensa rival pero al rodear la portería, perdió el equilibrio y, a toda velocidad, se catapultó de cabeza contra las tablas. Ni siquiera tuvo tiempo de levantar un guante para defenderse. Fue, dice, como un pájaro que se estrella contra una ventana en pleno vuelo. Perdió el conocimiento solo un instante al desplomarse sobre el hielo. Su rostro quedó apoyado en sus guantes, un golpe de suerte que posiblemente le salvó la vida.
Tendido sobre el hielo, con un dolor intenso, Smith comprendió que se había roto la espalda y advirtió a quienes acudieron en su ayuda que no lo movieran. En el hospital, las radiografías revelaron que su quinta y sexta vértebras cervicales se habían roto en pequeños fragmentos; los ligamentos de la nuca se habían cercenado. Lo sujetaron con un halo metálico con cuatro tornillos perforados en el cráneo. El halo transfería el peso de su cabeza al torso. Durante las dos primeras semanas, no le permitieron moverse: solo podía mirar al techo y aceptar el fin de su carrera como jugador de hockey.

Seis semanas después del accidente regresó a Ottawa. Podía caminar aunque seguía llevando el halo. Meses más tarde le reemplazaron el halo por un collarín. Aunque el peligro seguía existiendo. Los médicos temían que sufriera una lesión medular derivada de la destrucción de los ligamentos del cuello. Le propusieron someterse a una cirugía de fusión ósea que le permitiera tener el cuello estabilizado. Aceptó. Y una semana antes de someterse a la operación nació su segundo hijo. La cirugía fue complicada. Muy complicada. Estuvo en el quirófano más de 11 horas y cuando se despertó de la anestesia llegó un nuevo mazazo. Estaba paralizado de pecho para abajo. La médula espinal estaba dañada y su vejiga e intestinos ya no funcionaba. A duras penas podía controlar una parte de su bíceps derecho. Para alguien que ha sido un atleta, el verse como un tetrapléjico le afectó hasta el punto de pedir a su esposa que le ayudara a quitarse la vida. «Este tipo de lesión te lleva al lugar más oscuro que jamás hayas visitado», dice Smith.
Resurgir… de nuevo
Pero esta es la historia del ave Fénix de la NHL y, como el mítico pájaro, Doug resurgió de sus cenizas una nueva vez. Comenzó con un tic involuntario en un dedo del pie que notó una tía suya. Alentado por su familia comenzó a realizar este tipo de movimientos. Era algo sobre lo que apoyarse para regresar. Aunque el regreso no fue fácil. Durante dos años, Smith trabajó para recuperar movilidad en brazos y piernas en el Centro de Rehabilitación del Hospital de Ottawa y en su casa, la que tuvieron que vender junto a la cabaña en Calabogie para financiar la ayuda que necesitaba.

En el largo proceso tuvo que superar incluso una adicción a la morfina, recuperó la función vesical eliminando todos los analgésicos, pasó de usar la silla de ruedas a utilizar un andador, luego un bastón y, finalmente, andar sin ayuda. En la actualidad sigue teniendo varias secuelas: «Vivo en este pequeño espacio entre la cuadripléjica y la persona sin discapacidad», dice Smith, pero eso no le ha impedido regresar a su gran pasión: el hockey hielo donde ha jugado varios partidos con ex jugadores profesionales.
Presente
En la actualidad tiene una fundación, habla en podcast, da charlas motivacionales, ha participado en las famosas charlas TED y ha escrito libros contando su historia. La historia de un jugador que renació de sus cenizas varias veces a lo largo de los años. La historia del ave Fénix de la NHL.
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