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Historia

De capitán a entrenador: Rod Brind’Amour, una vida de éxitos ligada a los Carolina Hurricanes

Rod Brind'Amour. Getty

En la época contemporánea de la National Hockey League (NHL), pocas figuras reciben un respeto similar – tanto dentro como fuera del hielo – al de Rod Brind’Amour. El canadiense, un competidor incansable durante sus días como jugador y un respetado entrenador en la actualidad, se ha convertido en la pieza esencial para entender la cultura de los Carolina Hurricanes.

Desde que asumiera el mando en 2018, Brind’Amour ha reformulado la identidad de la franquicia, que ha dejado en el pasado sus años irrelevantes para formar parte del panorama de aspirantes perennes. La influencia del técnico se extiende más allá de los esquemas y se aprecia en el ADN de cómo su equipo compite en cada partido. El trayecto de Brind’Amour como head coach no sólo supone una historia de victorias y derrotas, sino que estriba en el liderazgo, la construcción de un sentido y un compromiso con el trabajo bien hecho.

La transición de Brind’Amour del hielo al banquillo se produjo de manera fluida, en gran medida debido a las cualidades de dirección que demostró a lo largo de sus 20 años como center en la liga

El natural de Ottawa, seleccionado noveno absoluto en 1988 por los St. Louis Blues, dejó su huella con los Philadelphia Flyers antes de encajar en el corazón y en el alma de los Hurricanes después de un traspaso en el 2000. Apodado ‘Rod the Bod’ por su innegociable ética de trabajo, capitaneó a Carolina a su primera y única Stanley Cup hasta la fecha en 2006 y se retiró cuatro temporadas más tarde con 1484 partidos y 1184 puntos a sus espaldas. Inmediatamente después, Brind’Amour se incorporó al cuerpo técnico del club, donde se desarrolló como ayudante durante ocho campañas. El periodo de aprendizaje cimentó su eventual ascenso al papel de primer entrenador, movimiento a la postre clave para el equipo.

La identidad de un aspirante

Cuando Rod Brind’Amour tomó las riendas del banquillo de los Hurricanes en 2018, la franquicia había quedado fuera de los playoffs durante nueve cursos consecutivos. Bajo su liderazgo, Carolina no sólo regresó a la postemporada, sino que lo hizo a través de una tenacidad y un estilo que reflejaban la personalidad de su técnico. En su primer año, la organización afincada en Raleigh sorprendió a la liga y alcanzó la final de la Conferencia Este. Desde entonces, los Hurricanes han participado en las eliminatorias en cada uno de los siete ejercicios a las órdenes de Brind’Amour. A tal efecto, la NHL reconoció al canadiense en 2021 con el premio Jack Adams como mejor head coach de la competición. El galardón supuso tanto un hito personal como un reconocimiento a la transformación impulsada en Carolina del Norte. Más allá de los resultados, Brind’Amour restauró la creencia en un mercado alejado de los focos.

Rod Brind’Amour, en los Hurricanes, espera un pase durante un partido contra los Capitals en marzo de 2010 | Getty Images

El legado del técnico de Ontario en los Hurricanes se define por el establecimiento de una cultura coherente. Los jugadores que ha tenido en plantilla veneran su autenticidad, intensidad y justicia, aspectos que le granjean lealtad y compromiso por parte del vestuario. En este sentido, Brind’Amour ha desarrollado a jóvenes estrellas como Sebastian Aho, Andrei Svechnikov o Martin Nečas junto a veteranos como Jordan Staal  o Brent Burns. No obstante, quizá lo más impresionante reside en que lo ha conseguido sin el enorme gasto de otras organizaciones. En una competición donde las etapas de los entrenadores suelen durar poco, Brind’Amour ha traído consigo estabilidad y sentido a los Hurricanes, cuyo juego refleja su carácter. 

Presión, posesión y velocidad

El eco resulta especialmente evidente en cómo juegan sus equipos. El natural de Ontario ha instalado un sistema implacable y presionante fundamentado en la velocidad, la estructura y la responsabilidad defensiva. Los Hurricanes se ubican permanentemente entre los líderes de la liga en los números de limitación de disparos, posesión del puck y el penalty kill. Ofensivamente, sus conjuntos suben el ritmo y atacan en oleadas; a menudo, abruman a sus rivales mediante su fondo de armario, sin la presencia de una gran estrella. Con todo, lejos de la táctica, los conjuntos de Brind’Amour destacan por su elevado nivel de competitividad. De esta manera, cada shift representa una batalla y cada encuentro una prueba de esfuerzo y resistencia. En resumen, analizar a los Hurricanes dirigidos por ‘Rod the Bod’ supone viajar en el tiempo hasta los días de Brind’Amour como jugador: intenso e inquebrantable.

Brind’Amour habla con el árbitro Wes McCauley durante un parón en el Game 4 de la final de la Conferencia Este de 2023 ante los Panthers | Getty Images

A la vez que la carrera del canadiense en el banquillo de Carolina continúa, su lugar en la historia de la franquicia ya está asegurado. No sólo es el capitán más icónico de la franquicia, sino que también se desmarca del resto por su impacto como entrenador, una extraña doble distinción en la NHL. La consecución de una segunda Copa pondría la guinda sobre el pastel, pero la base extendida supera cualquier metal. El head coach, a sus 54 años, ha creado un estilo de excelencia y esfuerzo en el que cada jugador conoce qué supone enfundarse el jersey de los Hurricanes. En una liga de tendencias, Rod Brind’Amour ha demostrado que la autenticidad, el trabajo duro y la creencia en una idea conservan su valor. A través de ello, ha soldado un proyecto en Raleigh que parece construido para aguantar el paso del tiempo.

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